miércoles, octubre 12, 2011

13 euros por si te mueres


 
Me llamó el otro día un señor muy amable. Era un teleoperador del área de marketing de mi banco (que antes era una caja). Me dijo: “es su día de suerte, señor Peligro. Cuando le diga lo que le voy a decir no va a creérselo”. Yo me puse muy contento, claro está, porque pensé que me había tocado un coche, un viaje o una olla exprés, así que me quedé expectante y a la escucha. El tipo era extremadamente amable, modulaba su voz como en un anuncio de teletienda, me trataba de Don y de Señor, como Dios manda. Aunque hablaba como un experimentado profesional, me lo imaginé joven, más joven de lo que debería, con los dientes muy blancos, un traje barato del Zara y el pelo engominado, seguro de que ese paso como teleoperador del área de marketing de mi banco (que antes era una caja) era solo el primero hacia metas más grandes, grandes tareas que el mundo tenía reservadas para él. “Don Txe, esta conversación será grabada para su seguridad y para garantizar la calidad del servicio ¿da su aprobación”. Dije que sí, que claro, que ya, porque estaba deseando saber qué era esa cosa tan fantabulosa que tenía que decirme. “La verdad, es usted un afortunado, Sr. Peligro”, repetía con una sonrisa Profident (yo no veía su sonrisa, pero la intuía a través de la línea telefónica, me imaginé además que este miniejecutivo en ciernes se miraba en un espejito y gesticulaba mientras me hablaba). Mi interlocutor debía de estar en un local periférico de estos en los que se hacinan los teleoperadores (los estibadores del siglo XXI, como dice Javi Barón), porque oía por detrás cierto revuelo, cierto murmullo de teleoperadores teleoperando, quién sabe, tal vez estaba deslocalizado en la India o en Nicaragua, aunque este tipo tenía un acento completamente neutro (¿sería un androide?). Comprobó que la dirección era correcta. “Conde de Miranda”, dijo, “buena calle”. Esto me sorprendió, porque aunque todo el mundo ha estado en mi calle nadie sabe cómo se llama, así que ahí se marcó un buen punto, aunque tal vez los estaba consultando simultáneamente en Google Maps. Luego también me dijo que le gustaba mucho Asturias. “A mí también”, dije yo.

Por fin llegó el momento cumbre: resulta que era afortunado porque mi banco (que antes era una caja) me había seleccionado entre sus miles de clientes (¡oh!), para ser beneficiario de un seguro de vida por la irrisoria cantidad de 13 euros al mes. “Por ejemplo, Sr. Peligro, si usted ‘fallece’, y Dios no lo quiera, Sr. Peligro, pero sabe usted que puede ocurrir, la persona por usted designada recibirá 60.000 euros. Así de fácil”. Hombre, el tipo tenía razón, la muerte, que es muy puta y está loca, siempre te coge con las bragas bajadas, pero por el momento no tengo planeado fallecer (y toco madera). “Además, Don Txe, déjeme que le diga que este seguro, cubre hasta el infarto, que otros seguros no cubren porque ni es un accidente ni es una enfermedad propiamente dicha”. Mira qué bien, pensé, no te acostarás sin saber una cosa más. Total, que le dije que vale, que muy bien, que me mandara los papeles, los miraba y si me animaba los devolvía firmados. Se alegró mucho, me leyó un texto leguleyo al que no presté atención, y se despidió deseando suerte (como si yo ya tuviese un pie en la tumba) y no se cuantos parabienes más. Al día siguiente me cargaron en la cuenta del banco (que antes era una caja) un recibo de 13 euros, así, a bocajarro.

El timo de la heroinómana en mi excasa se lo contaré otro día.

5 comentarios:

Jorge García Torrego dijo...

Joder, qué chollo. Morirse ya no es lo que era...

Liber dijo...

jajajajja (vamos, que me he partido la caja, y no el banco)

Sergio C. Fanjul (a.k.a. Txe Peligro) dijo...

pues no es para reírse señorrrita

pcbcarp dijo...

Reclama que te devuelvan la pasta, pásale este postio al defensor del cliente y, cuando no te haga caso, (a veces sí que te lo hacen) al Banco de España. Como sabes, ellos juegan con que sólo un 10% de la gente protesta.

Sergio C. Fanjul (a.k.a. Txe Peligro) dijo...

ya me lo han devuelto.