Las prostitutas rumanas que se exhiben en la calle Montera
de Madrid son iguales, o muy parecidas, a sus homólogas españolas: alquilan (no
venden, como suele decirse) su cuerpo por un rato, de igual manera que lo
alquilamos todos los que trabajamos por cuenta ajena, y visten faldas muy
cortas y maquillajes excesivos, igual que las putas españolas. Mircea
Cartarescu es un escritor rumano del que dicen que, a pesar de su juventud, es
candidato a ganar el Premio Nobel. Cartarescu es un escritor rumano que es
igual, o muy parecido, a los escritores españoles o estadounidenses o
franceses. Usa americana, escribe libros, asevera cosas profundas (aunque no
muy comprobables) en sus entrevistas. Las prostitutas son iguales, o muy
parecidas, en todos los países del mundo, como los escritores. Los pocos ricos
que vi en Senegal, o en Nepal, o en Filipinas, son iguales, o muy parecidos, a los ricos españoles (que muchas veces están allí yéndose de putas); los
muchos pobres son iguales a los que aquí malviven en los barrios más
desfavorecidos o en el mismo portal de tu casa. Los antidisturbios reparten estopa en defensa del status quo igual aquí que en Chile o Indonesia. El lujo es igual en todo el planeta (aquella enorme suite en Manila, aquel restaurante de lujo en Dakar), lo mismo que la suciedad y el
hambre (la periferia de la Cañada Real, los barrios de Katmandú). El nacionalismo, pues, es una fantasía perversa.
Todo esto que digo no es nuevo, porque no existe nada nuevo,
pero también porque tradicionalmente la izquierda ha sido internacionalista: lo
que diferencia a las personas no es eso que se denominó “nación” (y que muchas
veces se confunde con “idioma”), sino la clase social, aunque se diga que tal cosa no existe. Es decir, usted no es
francés, rumano o español, español, español, sino pobre o rico, mileurista o
nimileurista, o, por ser fino, humilde o pudiente. Por eso se tenían que unir
los hermanos proletarios por toda la faz del planeta, y por eso la
Internacional comunista (la organización y el himno) se llamaba internacional,
y por eso aquello de arriba parias de la Tierra, en pie famélica legión. Por
eso no hay nada más absurdo que la contradictio
in terminis del nacionalismo de izquierdas: la nación es una entelequia
para manipular a los trabajadores y empujarlos a morir en las guerras o a fliparlo
en las urnas. Ni siquiera los ricos son nacionales, ya que su capital interviene en grandes emporios internacionales. Se privatiza internacionalmente el beneficio, y las pérdidas, eso sí, se socializan en cada país, como estamos viendo.
Pero nacionalistas haylos, como las meigas, y vaya si los
hay. Aunque la idea tan ilustrada del
Estado-Nación, esa que decía que cada nación tenía que tener su propio Estado,
está más que muerta en vista de la libre circulación de capitales, los
mercados de deuda pública, las uniones europeas y demás, la quimera de la tribu sigue tirando
centrípetamente , es decir, hacia dentro de la nada. España: unidad de destino
en lo universal. Euskadi: askatu. Catalonia: is not Spain. Caña, caña, caña, Asturies: nun ye España. Bueno, estamos
arreglados. Hablemos esperanto: la lengua del amor.
Lo cierto es que estoy a favor de que cada grupúsculo de
personas que ocupan una región geográfica tenga su dosis, y alta, de autogobierno. Me
parece muy hermoso eso del federalismo pero, como soy de ciencias, me gusta una
cierta simetría. Si las comunidades humanas obtienen ciertos derechos políticos
que sea por ser humanas y por practicidad y democracia. Lo que no es de recibo
es que se reciban derechos por cuenta de la cultura, la nación o la historia,
porque eso supondría que un señor nacido en Palencia tendría menos derechos que
uno nacido en una comunidad histórica, simplemente porque existió la Corona de
Aragón, porque existe el idioma gallego, o porque en Cataluña
se comen calçots y se embolan toros con fuego, cosas que, por muy viejo que sea
uno, no dependen del individuo y vienen dadas, por mero azar, por el lugar en
el que uno no nace, sino que le nacen. El reparto de derechos entre los seres
humanos en función de su idioma, lugar de nacimiento o eso que llaman cultura
(la mayor parte de las veces tradiciones rancias, rurales, y muchas veces crueles) no se
sostiene. Las putas rumanas, como los escritores, los barrenderos y los
sommeliers, son iguales en todo el mundo. Viva la Internacional.
6 comentarios:
Cojonuda reflexión. Hijo, que envidia me dan esa cabecita y esas manitas tuyas. Plenamente de acuerdo con cada vocal y consonante.
Qué mareo llevas, hermano. ¿Y quién decide quién tiene derecho a decidir? ¿El conjunto de la Nación Española, como dicen la Cospedal, Sáenz de Santamaría y Rubalcaba? Tu simetría es tan injusta como este estado de las autonomías, que al fin y al cabo se hizo por las demandas de las naciones que este estado no protege sino que ha luchado por borrar del mapa durante siglos. Madrid o Palencia no querían comunidad autónoma porque ya tenían Estado. Y los catalanes queremos Estado porque el español defiende los intereses de los buenos españoles como tú. Así cualquiera es internacionalista. Como dijo Aznar: "Lo mío es mío, lo de los demás que se lo repartan como puedan".
Te lo repito: ¿Y qué grupo de humanos es sujeto de soberanía? ¿Por qué los humanos catalanes no podemos decidir nuestro futuro si tenemos una voluntad colectiva de hacerlo? Cuando lo expliques a lo mejor soy capaz de entender tu dudoso internacionalismo. ¿Cómo puedes ser internacionalista si te proclamas contrario a la idea de nación? No me cuadra nada. Salud!
a mi me parece muy bien que cada colectivo humano se autogobierno, pero de manera pragmática, es decir, para llegar a mejores cotas de democracia y eficiencia. no porque esos argumentos "nacionales".
si va a ser mejor para os ciudadanos, adelante. si es solo para hacerlo igual de mal pero en petit comitte, y porque en la Edad Media hubo un rey que no se qué, pues igual nos quedamos en las mismas.
al final va a resultar que las novelas de ciencia ficción eran ensayos acerca de la situación economicogeopoitico del mundo. ¿para que preocuparse de las nacionalidades si al final estamos siendo gobernados por grandes conglomerados empresariales que controlan todo lo que nos rodea y todo lo que bebemos, comemos, respiramos y hasta follamos?
Indepencia para todos! es el grito que pedimos todos de un modo u otro mientras recorremos el pasillo del matadero. al final nos espera el mismo palo a todos al final del tunel.
al final va a resultar que las novelas de ciencia ficción eran ensayos acerca de la situación economicogeopoitico del mundo. ¿para que preocuparse de las nacionalidades si al final estamos siendo gobernados por grandes conglomerados empresariales que controlan todo lo que nos rodea y todo lo que bebemos, comemos, respiramos y hasta follamos?
Indepencia para todos! es el grito que pedimos todos de un modo u otro mientras recorremos el pasillo del matadero. al final nos espera el mismo palo a todos al final del tunel.
ea!
Publicar un comentario