martes, octubre 09, 2012

La tumba de los gorriones




Los gorriones se metían en la estatua ecuestre por la boca del caballo y luego, en la oscuridad, nunca lograban encontrar de nuevo la salida. Como Jonás en la ballena, pero alados.

Revoloteaban hasta morir en su real panza metálica. Y nadie lo sabía.

Cuando una explosión republicana, durante una guerra, abrió el vientre de la estatua como un libro, aparecieron cientos de pequeños huesos de gorrión.

El caballo lloró lágrimas de óxido. El rey, montado encima, hacía tiempo que había perdido ya su reino. Los gorriones no tenían nada que decir, estaban muertos.

Contra el poder legítimamente establecido, que hablen los huesos.



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Inspirado en una historia sobre la estatua ecuestre de Felipe IV sita en la Plaza de Mayor de Madrid, al lado de la choza del autor.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

An interesting piece of ink.

Esperanza dijo...

Precioso relato, dices muchísimo sin decir nada, me encanta este uso del silencio. Claro, sencillo y conciso. Enhorabuena.

Sergio C. Fanjul (a.k.a. Txe Peligro) dijo...

jiji yo pensaba que era un poema. pero gracias!

EXPEDIENTEX dijo...

Foto sugerente
e inspiración interesante.