No podía dejar de imaginar todas las sucias formas del amor que pueden darse entre dos cuerpos anónimos. Los cuerpos de una lista que yo repasaba obsesivamente, que siempre me rondaba, hace unos años, cuando estaba con Adriana. Lo cierto es que ahora he olvidado de la mayoría de los miembros de aquel (no tan) selecto club, pero entonces no podía quitarme aquella lista de la cabeza en todo el día: la construía cuando caminaba por las aceras del centro, mientras esperaba el verde de los semáforos, en el vagón de metro, comprobando que tenía que usar repetidas veces los dedos de las dos manos para abarcar las cifras que alcanzaba. Cuando conseguía distraerme y pensar en otras cosas más prácticas o placenteras, entonces el recuerdo de la lista, en cualquier momento, volvía sin motivo, como un relámpago en los pliegues del cerebro. Me refiero, claro está, a la lista infinita de hombres con los que se había acostado Adriana antes de conocernos.
Me era imposible distraerme con ninguna otra cosa, era agobiante. Confeccionaba la lista con historias que ella me contaba, con nombres que me susurraban otros, con cosas que yo mismo iba deduciendo o imaginando – mi imaginación era una continua tortura-, porque cuando me di cuenta de que Adriana se había tirado a todo el mundo, todo el mundo era sospechoso de haberse tirado a Adriana. Así que cualquier viejo amigo o conocido suyo que nos encontrásemos por la calle pasaba a ser un posible candidato a la lista, o cualquier viejo profesor o cualquier camarero de su bar favorito, o compañero de gimnasio, cualquiera, en fin, que ella mencionase era susceptible de figurar en aquella relación fatal de nombres. Cada noche, antes de no poder dormir, yo trataba de dilucidar, por mera deducción, si Fulano o Mengano se había acostado con Adriana, y, cuando estaba en la Facultad, mientras algún profesor explicaba el mecanismo de formación de las galaxias espirales o cosas por el estilo, yo me concentraba en escribir una y otra vez, con cuidado, la lista en el interior de las tapas de mi libreta.
Leía aquella lista y me iba imaginando a los hombres que correspondían a aquellos nombres -a algunos los conocía en persona, a otros los conocía aún mejor sólo de imaginármelos-, y los comparaba minuciosamente conmigo, y trataba de imaginarme la escena en la que conocían a Adriana, en qué circunstancias, cómo la habían ido seduciendo, trataba de dilucidar por qué ella había visto algo especial en ellos, o al menos algo follable, o cómo, sin ver nada especial o follable, había estado cualquier juerga tan borracha o drogada que había entrado, como arrastrada por el río la noche, dentro de sus camas. Adriana no tenía reparo en narrarme alguna de aquellas historias e incluso me contaba cómo se lo había montado con dos de ellos a la vez o incluso con dos de ellos a la vez más una amiga. Pero no me daba detalles de las posturas o configuraciones de cuerpos que se habían adoptado en aquellas sesiones, cosa que aumentaba más mi curiosidad y daba alas a mi imaginación más morbosa, que probablemente me llevaba a crear dentro de mi cráneo situaciones sexuales más extremas que las que verdaderamente se habían dado en el brumoso y sórdido pasado de Adriana. Trataba de imaginarlo todo con el máximo detalle, y cuanto mayor era la definición de la película más me hacía sufrir, más me quitaba el sueño. Mi dulce Adriana sepultada, gimiendo, diabólica, bajo una montaña de carne sudorosa y lasciva.
Sufrí como un bellaco con aquella lista horrenda. Nunca supe, ni se aún, cuántos eran los nombres que faltaban para completarla. Conseguí reunir decenas y decenas y decenas y decenas de nombres y seguían apareciendo debajo de las piedras, en conversaciones banales con cualquiera, en fotos viejas. Yo no daba crédito. Al principio aquel sufrimiento era una bola enmarañada e indefinible, pero con el tiempo pude analizarla tirando de cada hilo, identificando cada componente: 1. Por un lado, sentía unos brutales celos retrospectivos hacia todos aquellos tipos que se habían beneficiado a la que ahora era mi novia. 2. Por otro, sentía cierta envidia de la vida sexual de Adriana. Éramos jóvenes y las circunstancias me habían llevado a tener relaciones largas, con lo que no había tenido tiempo de hacer ese tipo de turismo corporal. -Posteriormente hice mis pinitos en ese campo, y no por ello me sentí mejor persona-. 3. Además, todo aquello me creaba gran inseguridad, y me hacía imaginarme al final de una larga cola de hombres erectos y en pelotas, y pensar que aquel tiempo presente, el que el Destino me había reservado para estar con Adriana, eran ya los minutos de la basura de su vida, cuando todo lo bueno y excitante había pasado. Acabábamos de entrar en la veintena.
Algún tiempo después Adriana y yo rompimos, como no podía ser de otra manera. La lista no provocó directamente la ruptura, pero creo que estuvo en el origen de toda la ponzoña que fue inundando nuestra relación. En el origen de ciertas actitudes mías, en el origen de ciertas respuestas suyas a mis actitudes y de ciertas respuestas mías a sus respuestas, así sucesivamente, en una espiral imparable de suciedad y desencuentros, hasta que aquel amor, el que parecía más grande, esférico y perfecto se cascó dolorosamente y se quedó roto y clavado en nuestra espalda. Y todo por aquellos tipos de la lista que, jadeantes y con los ojos enrojecidos, me seguían observando con sorna desde un pasado que yo nunca visité. Adriana se ocupó minuciosamente de que la lista fuera in crescendo, tengo entendido. A día de hoy me resulta imposible estimar su dimensión, seguro que astronómica. Pero ya no me importa.
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33 comentarios:
yo también hago listas.. mal, muy mal.. fatal..
flagante su capacidad de autortura.
Muy humana por otra parte.
Cuanto me alegra conocer que no he sido el primero ni el unico en haber confeccionado alguna lista, alguna vez.
Cuanta autodestruccion!
Alguna lista igual que esa, me referia.
:)
La veintena, el principio de la decadencia y el aburrimiento :P
La distancia nos ayuda a ver las gilipolleces de las que hemos sido capaces, pero la imaginación nunca tendrá límite.
Imaginación y tortura, mmm... binomio interesante.
Es un texto catártico, Txe, a mí me lo parece. Pero el "pero ya no me importa" es una trampa, tramposo.
Ayer, al descubrir en lo que se está transformando la Puerta del Sol, me puse retrospectiva y nostálgica, pero menos mal que no hice ningún tipo de lista, de ninguna categoría.
Besico.
Algo parecido me sucedió a mí cuando vivía en el Levante, allá donde el Postiguet, y en mi caso no era Adriana sino Yolanda.
Una tortura mental creada por mí mismo y que se acrecentaba por su condición de bisexual...
Un fuerte abrazo desde el Otro Lado.
ya no me importa, eso es cierto, rosa. Ahora me importan otras cosas aun mas absurdas.
todo regresa Txe, todo vuelve, aunque de otra manera...
Sí, puede haber cosas más absurdas que pensar todo el tiempo en una lista. Si las conviertes en poesía, yo te compro el libro. :P
Besines. Y gracias.
Una fan.
"A algunos los conocía en persona, a otros los conocía aún mejor sólo de imaginarlos", esta frase me ha encantado. Sólo me ha pasado una vez imaginarme la vida de alguien antes de que yo hiciese aparición. Fue con mi primera relación, que yo pensaba que sería la última también. Lo equivocados que podemos llegar a estar. Adriana sí que aprovecha el tiempo. Feliz verano TXE.
Me ha hecho sonreír en varios momentos este relato. Ese distanciamiento humorístico le da un toque de madurez a la catarsis.
Esa larga cola de hombres erectos en pelotas, tiene fuerza visual.
Nunca, NUNCA, se debe hablar a un amante, ni siquiera ocasional, de los anteriores. Eso, además de ser de mal gusto, denota inseguridad y, como vemos, es causa de pesadillas y malos rollos.
Si no podemos dejar de exhibirnos, lo dejamos para hacer unas risas con las amigas o amigos con los que ni en sueños follaríamos.
Es bueno, Txe.
Besos, Tesa
A mi tampoco me importa...
C.
Hay algo más amargo aún que hacer listas de nombres de los tí@s que han estado con tus parejas; que es hacerlas de los tí@s que han estado con esa persona con la que quieres estar y con la que sabes que no estarás jamás...
Uy, que mal la hace quedar a la chica...
y q onda, ud. se tiro a muchas
pero es un sol de persona?
mal no, eso es una apreciación suya.
en ningun momento se juzga aqui a Adriana. Sólo se constata una realidad. Tal vez usted lo haya visto mal por sus propia moral.
Ayer tuve una pesadilla: se había parado el reloj 6.984 horas. Sumaban 41 semanas y nada había cambiado entre aquel día frío de noviembre, con chaquetas de pana y faldas bonitas y aquel bochornoso mes de julio asfixiante en Madrid. Todo seguía igual: su sonrisa, sus ojos, sus manos... Todo menos las despedidas y los abrazos. Los abrazos flojos, desganados y sinsentido dolían más pisar por error cristales en el asfalto... Dolía. Duele todavía. Porque todavía late, y porque él hace mucho que da cuerda a su vida sin contar conmigo.
A mí tampoco me importa...
Adriana
Su tortura es fruto de pensar que los otros son mejor que usted. Y las mujeres tienen mejor criterio que nosotros a la hora de elegir a sus parejas. De hecho ellas eligen y nosotros nos dejamos elegir, lo que le convierte en el elegido por encima de los montones de carne. Bueno, ya no.
Y la promiscuidad está de puta madre, pero antes de los veinte es mero atletismo sexual. Lo bueno viene luego, cuando la falta de pudor lo convierte en algo mucho más intenso. La narración de esas aventuras además no suele corresponderse con la realidad, mucho más recatada.
Por suerte, no me he parado nunca a observar las listas, también porque ellos han intentando siempre no hablar de ellas, las anteriores, o por suerte, porque tampoco ha habido tantas. A mí me torturan más los nombres en mis listas porque en el recuerdo parecen siempre mejores amantes de lo que en realidad fueron. ¡Qué traicionera es la memoria!
la memoria es un mal negocio
Me ha gustado mucho tu blog y tus relatos. Escribes muy bien. Intentaré visitarte a menudo.
Un saludo!!
Somos seres dependientes y posesivos, qué le vamos a hacer!
Y sí, las listas son siempre un arma de doble fila.
muy interesante, sigue escribiendo, tienes punteria..
Pobre chico, con semejante lista, es muy normal que se sienta así.
Un beso MUYGRANDE :)
Teneis que ver la pelicula "Todo es mentira", de Coque Malla, en la que a este, en un sueño, se le aparece una larga cola de hombres erectos en pelotas riendose de él y de su trauma con la lista (q en el caso de la pelicula era de 50 hombres)
Bueno, lo de la peli lo he encotnrado en youtube, espero que no haya problema por poner el enlace... el video mola, habla del tema, pero lo que decia esta a partir del minuto 2:08
http://www.youtube.com/watch?v=O-LY1aliZHU&feature=related
Yo no era demasiado consciente (hasta hace poco menos de un mes)... de lo duras que son estas listas, de lo mucho que pesan en los hombros, de los nudos que nos hacen en el estómago y de la acidez que traen a nuestra vida. Y sí... estoy contigo... listas capaces de destrozar cualquier amor, por muy bueno que éste sea... ¿o quizás es que no era tan bueno?... prefiero no pensarlo. Quiero estar en esa última frase tuya. "Pero ya no me importa". Quiero estar ahí :).
Tharsis
http://mientrasvivimos.blogomundo.com
Las listas son un invento de Satán, de hecho, las listas son bastante tontas.
Yo también llevo la lista... cuando voy a la compra! (mentira... ni para eso! improviso; y siempre me falta jabón!) :P
mmm interesante esto del serial onírico... y es payperview o lo "echan" en abierto? jujuju
lo de correr a miedianoche está bien, hasta que te abren un pub en la esquina y decides hacerte la paradita ;P
bonita muñequera... tengo una igualita en "pequeñito", claro; a mi medida :)
PD: excéntrico nusé...pero txeflado un rato! :)
Y, ¿qué pasa cuando la lista está vacía?... cuando la lista es de cuentas pendientes
Ah, y propongo Suspicius Minds como sound track para esta entrada , los celos de efecto retoractivo son una auténtica pandemia.
Disfruté leyendo este texto (aunque no creo que tanto como Adriana...). Saludos y feliz (lo que queda de) verano!
ahora comprendo muchas cosas... si no pensarais en estas "tensiones inútiles" seguramente todo iría mejor... :P
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