Oviedo es una ciudad fabricada con hebras de otoño. Porque es siempre otoño en Oviedo, incluso cuando no lo es, incluso en agosto o febrero. Pero Oviedo es más otoño aún cuando es otoño, en las tardes grisáceas de octubre o en los cafés humeantes que se sirven en Noviembre. Un lugar para otoñear, verbo que denota el acto de ver caer las hojas, imaginar algún verso melancólico y pasear por calles de piedra con bufanda y libro bajo el brazo. Las aceras húmedas comparten color con el cielo y siempre hay una gota en la superficie de los cristales.
No me malinterpreten. Esta bien el otoño en Oviedo. Madrid, por ejemplo, es una ciudad de pequeños vasos dorados de cerveza tomados al aire libre, de primavera y verano si lo prefieren. Y cuando una nube plomo ciega el cielo de Madrid hasta los cuervos bajan la cabeza. En cambio en Oviedo, en otoño, osea, siempre, se produce esa tristeza que provoca un placer morboso, tristeza un poco parisina poblada de paraguas negros y hermosas muchachas de boina, piel blanca y tersa y gesto infantil. Leve melancolía, si lo prefieren. Ya sé: me compraré un gran abrigo negro de segunda mano, lleno de bolas, y una bufanda roja, iré a un café con solera a fumar en pipa e intentar releer Rayuela. Cuando salga tal vez llueva, pero así estará bien.
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3 comentarios:
Me recordaste a Ángel Gonzalez con tanto oviedo, Madrid, otoño y todo lo que este trae tras de sí.
Saludos.
No me inspiré en Ángel Gonzalez sino en un aluvión de viejas saliendo de misa pero, qué curioso, hace una semana robé un libro suyo en el cortinglés.
Saludos, desconocido Raul que lees a las 7 de la mañana.
Ya que te robas uno, hazlo a lo grande y robate la antologia de la editorial seix barral que se llama palabra sobre palabra. :P
Con respecto a lo de las 7 de la mañana: es lo que tiene llegar un por la noche en ciertas condiciones y sin sueño.
Saludos.
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