Una de las cosas que más me preocupaba a la hora de escribir mi antiguo diario, el Planetaimaginario, era la posibilidad real de hablar con franqueza. Lo cierto es que me aplicaba una férrea censura: había cosas que no podía permitir que mi madre supiera acerca de mi comportamiento, otras cosas podían ofender a mis amigos, resultaba poco cortés opinar (mal)sobre una novia o amante. Y claro, cuantos más lectores tenía el blog -porque era un blog exitoso- más tenía yo que hilar fino en lo que escribía, hasta tal punto que todo lo que en mi vida tenía algo de interés debía de permanecer oculto para alguien. Esta fue, como digo, una de las razones del cierre. Supongo, ahora, que un escritor tiene decir más con lo que omite que con lo que cuenta y que, de todas formas, así es siempre la vida.
Algunas veces me planteé incluso escribir sin ningún tipo de remilgo. En esos días me sentía poderoso y me decía "Txe, que le den por culo al mundo". Sería un escritor polémico. Pero a continuación calculaba la magnitud de la catátrofe social que podía provocar y prefería ser un diarista amable y risueño con amigos que un implacable justiciero solitario. A cuento de esto, anoche, leyendo a George Bernard Shaw, encontré una cita a propósito de la autobiografías: "Nadie es lo suficiente malo como para decir lo que piensa en realidad de sus amigos, amantes o parientes". Este George era muy listo y yo no era tan malo.
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