Los que vivimos fuera de la nuestra ciudad natal encontramos nuestra vida salteada de visitas rutinarias y obligadas a la patria chica. El tener que volver en Navidad, Semana Santa, verano y otras fechas, divide el el año en periodos regulares de estancia fuera y estancia dentro (o quizás, a estas alturas debería decirlo al revés. ¿Dónde está el hogar?). Por lo general la relación es de meses (fuera) a días (en casa). Esto imprime un curioso ritmo en la vida. Es como si alguna dividad fuera marcando con un bombo la cadencia con la cual nos van pasando las cosas. Y el hecho de que siempre sea igual ayuda a organizar en la memoria todas nuestras vivencias. Se aprecia también una evolución cíclica donde todo se repite.
El mito del eterno retorno se les ocurrió a los antiguos hindúes y también a los aquellos filósofos griegos. Para los primeros el universo moría y renacía a intervalos regulares, de hay el dios Shiva que con una mano creaba y con otra destruía. Una vez más los indios se adelantaron cientos de años a las teorías de la ciencia moderna. También Carlitos Marx habló de la historia que se repite con todo aquello de los diferentes elementos de la lucha de clases. Pero quién verdaderamente resucitó esa idea para la modernidad fue Nietzsche. A propósito de esto, en el primer capítulo de La Insoportable Levedad del Ser, el maestro Milan Kundera hace una disgresión sobre el eterno retorno. Para él, el hecho de que todo lo que vivimos vaya a ocurrir una y otra vez hace que cada acontecimiento cobre una dimensión trágica. Porque no tiene tanta importancia que haya existido Hitler o Robespierre, dice Kundera, si algún día esto se olvida, como ahora nadie sufre por las invasiones romanas. Pero si esto se repite eternamente sería como un crimen que no prescribe.
A nivel doméstico a mí el eterno retorno de cada año con sus visitas puntuales a Asturias me sugiere lo contrario: que nada importa tanto, que si este año no lo logró habrá otra vez Enero el año que viene y entonces sabré cómo conducirme. Como además este es mi segundo blog lo he subtitulado: "estaveznopodrán". Conmigo, se sobreentiende.
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