Había, esta mañana, una nota colgada en la puerta del frigorífico, escrita con la caligrafía de Yoli. Decía que había nieve, que la disfrutásemos pero que cuidado con los resbalones. Corrí a asomarme a los balcones del salón: en efecto, una gruesa capa blanca de aspecto esponjoso cubría los tejados del edificio de enfrente. Me duché rápidamente y me abrigué bien; deseaba, antes de tomar el metro, dar un pequeño paseo contemplando el espectáculo. Me acerqué a los jardines del Palacio Real , observé un rato desde allí, a lo lejos, la Casa de Campo cubierta de blanco. Muchos turistas y madrileños se reunían en los alrededores tomando fotos. La gente que vivimos aquí estamos acostumbrados a que ocurran cosas: a veces nieve y otra veces olas mortales de calor, atentado o bodas reales, grandes manifestaciones, incendios en edificios, asesinos en serio, atascos. Vivir aquí es estar viviendo en lo que serán los libros de historia, siempre inmerso en la actualidad más inmediata. Aquí es donde se corta el bacalao.
Luego me dirigí a la universidad. Los universitarios son seres de emociones simples y comportamiento mecánico, así que, como había nevado, todos se tiraban bolas de nieve por toda la Ciudad Universitaria. Tuve la oportunidad de ver un par de buenos bolazos, sobre todo a ese tipo de hombres desgrabados, con sonrisas llenas de dientes y aspecto idiota. Y tuve cuidado con no resbalar.
miércoles, febrero 23, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario